Me debo estar haciendo mayor. Je, je, afirmo me estoy haciendo mayor. Soy un signo de agua, no sé si será por eso, pero el agua me fascina de siempre, puedo estar en el más fantástico de los parajes, mis ojos siempre buscarán un curso de agua, una fuentecilla, una nube que anuncie la tan preciada lluvia, si no hay cerca agua, ese lugar tan especial no será uno de mis favoritos. Del agua me gusta todo, el rumor de un arroyo empedrado, el estruendo de una cascada poderosa, el vaivén de las olas del mar, los mil y un colores que adquiere, turquesa en las magníficas calas de las Islas Baleares, gris plata en una tarde lluviosa en Tarragona, azul intenso en contraste con los cuerpos aerodinámicos de los delfines, verde "agua" en el Parrizal de Beceite, el contacto estremecedor del frío en el nacimiento del Río Pitarque, el calor intenso y relajante de los baños termales en Japón. El agua me gusta incluso viéndola girar en la "televisión de agua" como María y yo llamamos a nuestras lavadoras. En fin, que como leí en una ocasión refiriendose al mar, cuando me pongo a mirar el agua "necesito que me ayuden a mirar".
El otro día fue el río Alcanadre, huimos del bullicio de Rodellar y aterrizamos en un precioso paraje en el que sólo cabían cuatro personas, y allí llegamos precisamente nosotros cuatro con nuestras mochilas y bocadillos, hasta con termo de café, en plan dominguero total, después de la merecida siesta y de que nuestro explorador particular avanzará por el lecho del río, descubrimos una poza de agua cristalina, con una gran piedra que hacía las veces de solarium y trampolín al tiempo. Mi primer impulso, también el segundo y el tercero fue tirarme directamente al agua, que si, que no, que si, que no, me dije y me dijeron que estaba el agua fría, y lo estaba, pero no más que en otros lugares en los que me he tirado de cabeza sin pensarlo. El caso es que me quedé con las ganas.
Tan honda se me ha quedado la pena que pienso volver en breve, antes de que el caudal del río baje tanto que la preciosa poza desaparezca, y me voy a tirar, lo prometo. Porque la pena se me quedó por no disfrutar del agua y porqué ... je, je, es un síntoma de que me hago mayor, y eso si que no lo consiento. Louise L. Hay dice en sus libros que la mayoría de las cosas en la vida son una cuestión de actitud, por ejemplo, si comes algo pensando "me va a sentar mal, pero me lo como", tienes un novena por ciento más de probabilidades de que te siente mal, que si piensas lo contrario. Por eso me voy a tirar a la poza, y no me voy a enfriar ni me va a dar un frío ni nada por el estilo.